Comentario de opinión de Jairo Velasco sobre la actualidad del Burgos CF.
Domingo, ocho y media de la tarde, la alegría invadía a todo aficionado burgalesista y una tímida pregunta se repetía en los grupillos que se iban formando a la salida del estadio: ¿os imagináis que este año entramos en play-off?. La respuesta estaba entre las risas y la ilusión, pero nadie puede negar que aún en nuestro foro más interno lo hemos pensado.
A estas alturas puede parecer una quimera, aún queda casi toda una vuelta por jugarse y hay muchos equipos para pocas plazas, pero el Burgos parece luchar por no bajarse de esta ola que va creciendo desde hace unos meses y que en esta jornada veinticuatro nos hace mirar más hacía arriba que hacia abajo en la clasificación. Nueve partidos puntuando de los últimos diez, cifras de equipo puntero y que construyen una sólida base para confiar más allá de lo más puramente sentimental.
Los jugadores creen y la afición también. El partido de ayer no será recordado por muchos detalles más que por los tres puntos; El equipo no tuvo su mejor día y no se generó demasiado en comparación con otros partidos jugados en las últimas fechas, pero esta vez se elevó la dosis de fe, esa energía que te hace luchar hasta el final porque sabes que va a dar sus frutos, y así sucedió.
No estamos demasiado acostumbrados por las orillas del Arlanzón a remontadas, ni triunfos épicos que nos lleven al éxtasis en los últimos compases del encuentro. Somos más de abonarnos al sufrimiento y apretar todo el cuerpo en cada acción rival para defender lo que hemos conseguido, pero esta ola parece traer algo diferente.
Toda la vida hemos escuchado eso de “lo positivo llama a lo positivo”, y si aquello de las dinámicas siempre ha sido relevante, el partido de ayer nos sirve de muestra para confirmarlo. Los que pudimos disfrutar del encuentro coincidiremos en que el Albacete no fue peor que el Burgos, quizás tampoco se mereció volverse a casa de vacío, pero aún no demostrando la superioridad sobre el césped, tuvimos esa esperanza en que pudiera caer de nuestro lado, y la esperanza llama a la suerte.
Así, tras un corner con cuatro rebotes y dos interminables minutos de VAR, la euforia llegó a las gradas del municipal. Un gol muy celebrado no sólo por los tres puntos que significaba, sino también por todo lo que hay detrás. Puede que estemos atravesando el mejor momento deportivo del club en los últimos treinta años y la ciudad se está empapando de ello: la vuelta al trabajo los lunes se hace más amena comentando el partido, los niños quieren ser Curro y no Bellingham, en la maleta de las vacaciones lo primero que metes es la camiseta de tu querido BCF, etc.
La llegada de Jony Montiel especia los ingredientes que ya teníamos en esta receta. Aportó desde el primer momento que saltó al verde y de su golpeo nació ese segundo gol que todos empujamos al fondo de la red. A falta de alguna incorporación de última hora, que se antoja necesaria en posiciones clave, parece que Bolo tendrá más alternativas cuando se gire al banquillo buscando algo que brinde nuevas ideas.
Finaliza enero con un regusto muy parecido al que dejó diciembre: el equipo sigue creciendo y fortaleciéndose. Un mes que parece inmaculado en lo futbolístico por El Plantío, y es que en los últimos cuatro años, todos los partidos de competición liguera que ha jugado el equipo como local en el primer mes del calendario, los ha sumado como victorias.
Lo que tenemos por delante puede dar un poco de vértigo, pero es el momento de demostrar dónde puede estar el equipo allá por mayo. La próxima parada nos lleva a Elche, un equipo que aunque parece haber remontado ligeramente el vuelo respecto al inicio de la temporada, sigue dejando muchas dudas por su irregularidad. El Burgos ya no tiene miedo a nadie… ¿y si conquistamos el Martínez Valero?.