Comentario de opinión de Jairo Velasco sobre la actualidad del Burgos CF.
Podría parecer que teníamos la lección aprendida, que después del tortuoso recuerdo de Oviedo todos los sentidos estaban puestos en no volver a repetir los errores del pasado, en no defraudar a los valientes que se desplazaron hasta Huesca con la responsabilidad de no dejar solo a un equipo que merece esa compañía; Pero esta temporada ya son innumerables las ocasiones en la que la misma piedra nos ha hecho caer, un obstáculo del que no conseguimos deshacernos y dejar limpio el camino.
No deberíamos resguardarnos en las excusas para justificar la derrota sufrida en El Alcoraz. Es cierto que las bajas eran sensibles y se antojaba un partido complicado, pero volvió a revolotear esa sensación de fragilidad, en la que a la endeblez grupal se le juntaban los infortunios individuales para dar como resultado un choque desastroso. Enfrente un rival sin alardes de calidad individual, pero que con convicción e ideas claras ha conseguido salir de una situación muy complicada. Un fútbol sin inventos que con el de ayer ya suma nueve partidos consecutivos sin encajar.
Me viene a la cabeza la palabra “irreconocible”, porque la imagen del equipo últimamente venía siendo otra muy diferente a la mostrada ayer, y que aún empatando el último partido en casa, se hicieron méritos más que suficientes para llevarnos el gato al agua. Sin embargo, es la cara más habitual dada lejos de El Plantío, donde independientemente del rival, el equipo se muestra carente de confianza y pragmatismo.
Ya he comentado en alguna otra ocasión que tengo la sensación de que cada año de mi vida que pasa sé menos de fútbol, y es que me resulta muy complicado entender cómo podemos pasar de ser una muralla infranqueable cuando jugamos en casa a una pared de adobe en las fechas marcadas como “a domicilio”.
Mucho se había especulado durante la semana sobre las diferentes opciones de Bolo para suplir las ausencias que se le planteaban. Unas más lógicas, otras con mas “parches”, y al final decidió repetir el centro del campo que naufragó en el Carlos Tartiere, quizás para darle una oportunidad de quitarse esa espina y confirmar que lo que pasó hace un mes no fue más que un muy mal partido.
Casualidad o no, el resultado fue muy similar. A el Huesca le bastó con intensidad y carácter para dominar la medular ante un Burgos que apenas ganó duelos y balones divididos, sumando falta de eficacia en el pase y malas decisiones en la salida de la bola que le condenaron a una derrota que pudo ser aún más abultada. Sin duda la clave de este equipo, y la principal razón por la que a estas alturas de la temporada luchamos por lo que al principio de temporada parecía impensable, es la fuerza del grupo, el sacrificio y la fe, factores que el domingo aparecieron difuminados.
Aún así, y para el que piense que con el resultado obtenido se derrumba este castillo de naipes que nos mantiene con brillo en los ojos cada vez que miramos la clasificación, la cosa no ha cambiado en demasía. Únicamente tres de los diez equipos que empezábamos la jornada en la parte alta de la clasificación consiguieron la victoria, y la historia nos dice que esto es común en las últimas jornadas de liga, los de abajo aprietan mucho y aunque algunos parezcan desahuciados, nadie va a dejarse caer.
Con los ojos ya fijos en el viernes, partidazo que nos puede volver a poner en el candelero ante un rival que hace no mucho se estaba paseando por Europa. Si saben hacer algo bien estos jugadores es resetear y pasar página, y sin duda veremos de nuevo a ese equipo con carácter que no se rinde y no le teme a nadie.
Pericos, El Plantío os espera.