Comentario de opinión de Jairo Velasco sobre la actualidad del Burgos CF.
Quizás muchos de los lectores no conozcan el significado del título, y es que es difícil darle nombre a una sensación, que conoces y que se repite, pareciendo que ya la has vivido una y otra vez, evocándote a recuerdos del pasado, como si ya vaticinases que es lo que viene a continuación. Esta paramnesia, desgraciadamente, está resultando recurrente en los partidos lejos de El Plantío, aun así afrontados con ilusión, con la esperanza de que algún factor rompa una estadística que nos está dando la espalda jornada tras jornada.
El partido en La Cerámica no fue demasiado diferente a la tónica general de esta temporada a domicilio. Sigue resultado inexplicable el radical cambio de imagen que ofrece el equipo sin apenas sufrir cambios en el once, carente de estructura, a merced de un rival que parece manejarnos como titiritero a su marioneta. Así como en casa nos mostramos imbatibles, lejos de nuestro hogar parece que independientemente del rival ya tenemos asumido el papel de víctima, a expensas del momento en el que se nos asestará la puntilla.
El domingo se antojaba como el día perfecto para dar esquinazo a esos fantasmas que obstaculizaban nuestro camino hacia el playoff; Un rival que ocupaba la última plaza cargando a sus espaldas una terrible racha en la que únicamente había conseguido sumar dos puntos en los últimos siete encuentros, máximo goleado de la categoría y con muchos de sus jugadores carentes de suficiente experiencia en el fútbol profesional como para dar la vuelta a la situación por la que atraviesan.
Pero desde el minuto uno se demostró que equipo se jugaba algo de verdad y cuál solo una ilusión. De nuevo salimos entregados, como si la oportunidad que tenemos enfrente no fuese suficientemente importante como para pelear, quizás, por encima de las capacidades de un equipo que tampoco entiende lo que le está pasando y que en cuanto el partido no transcurre por el camino de lo planificado pierde los esquemas y se vuelve muy vulnerable.
Viejo cliché aquel de “estar metido en el partido” pero que sirve como resumen de los dos goles encajados ayer. El balón parado en contra nos hace temblar, porque ya pocas formas diferentes nos quedan de encajar goles de esa manera. Ayer tocó chilena, pero después de tres botes en el área podría haber sido de cualquier otra forma. El segundo también imperdonable desde el punto de vista de la tensión competitiva, porque desde pequeños nos enseñan que hasta que no pite el árbitro la jugada no acaba.
La intensidad de la temporada probablemente también esté pasando factura. Una plantilla indudablemente corta, en la que los recambios no han demostrado demasiadas garantías y en la que el filial está teniendo una presencia puramente testimonial. Agotados por la presión de jugar una final en cada jornada, porque muchas veces aunque la cabeza quiera, las piernas tienen un límite, y el segundo escalón del fútbol nacional exprime a sus participantes hasta casi finalizado el mes de junio, y para eso necesitas más que ilusión y ganas.
En un día como el domingo hay que acordarse de los que allí estuvieron, los irreductibles que cogieron el coche ese mismo día por la mañana y sin descanso se plantaron en Castellón para alentar a su equipo, con la esperanza de que ese día fuese diferente, y que las casi seis horas de trayecto hasta allí tuvieran su recompensa luciendo una amplia sonrisa en una vuelta larga, pero en la que no pesaran los kilómetros. Honor y respeto para todos ellos.
Aun después de todo esto, sigue sin ser momento para rendirse, porque simplemente estamos a una victoria de volver a engancharnos, y de convertir lo que ahora es desazón y cansancio en viveza y alegría. Dos derbis en las dos próximas semanas, partidos en los que probablemente pese más lo emocional que lo físico y que marcarán el devenir de nuestro equipo en lo que queda de temporada. Ahora se ve más difícil, pero mientras existan posibilidades me vuelvo a preguntar: ¿y si sí?.