Comentario de opinión de Jairo Velasco sobre la actualidad del Burgos CF.
Todo a favor. Después de la victoria en La Romareda nuestros ánimos habían subido hasta cotas hasta ahora no conocidas; La ráfaga de viento que parecíamos haber cogido podía empujarnos hasta el objetivo del playoff con enfrentamientos a priori asequibles si únicamente nos fijábamos en la clasificación. Pero esta Liga Hypermotion demostró una vez más que no entiende ni de posiciones ni de rachas, y si una derrota nunca llega en buen momento, en nuestro caso parece habernos golpeado en el peor.
El recibimiento fue una locura. Viernes tarde y a los que por calendario les tocaría estar dando el callo a pie de línea se las habían ingeniado para cambiar turnos y poder estar con los suyos, familia blanquinegra que esperaba con enfervorecidos ánimos al autobús que conducía a los de Jon Perez Bolo hasta el estadio, mostrando sus mejores galas ante una ocasión merecedora de ello.
El emotivo himno del Real Burgos sonó por megafonía mucho tiempo después para abrir boca ante lo que parecía ser una tarde que iba sumando motivos para quedarse para siempre en el recuerdo, pero que no tardaría mucho en torcerse. Quizás el exceso de ánimo y de querer devolver al aficionado todo lo que ha dado durante esta temporada provocaron ese penalti que supondría el primer escollo a salvar en una tarde que no empezó bien.
El equipo reaccionó al tempranero tanto como si nada hubiera pasado, con el mismo empuje mostrado en los primeros compases del partido y con ganas de demostrar que estar luchando por las posiciones nobles a estas alturas no era casualidad. Así llegó el empate, con una recuperación al borde del área rival fruto de estar muy metido en el partido y un latigazo inapelable cuya celebración fue volver sin perder ni un segundo a campo propio para no derrochar ni un segundo del tiempo.
De lo contrario se encargó un Eldense que además de tener un planteamiento muy definido para complicarle la tarde al Burgos, se fue encontrando un camino cuesta abajo que aprovechó de buena manera con sus armas. Nosotros nos jugábamos mucho, pero ellos aún más. No seré yo quién blanquee las continuas pérdidas de tiempo que desde el minuto cuatro impidieron dar continuidad al partido, pero verse al filo del precipicio te hace jugar con todo lo que está a tu disposición con el objetivo de aferrarte a lo profesional.
El mazazo llegaría al borde del descanso. Una vez más el balón parado nos condenó, destacándonos en el liderazgo de esa negra lista y nos puso una losa que ya no podríamos levantar. Bolo intentó dar más viveza al juego con la inclusión de Ojeda, pero con la sustitución de Appin el equipo adoleció la ausencia de posesiones largas que obligaran a desordenarse a los de Estévez, muy cómodos defendiendo las imprecisiones de un Burgos asfixiado por la cuenta atrás del marcador.
Y no fue por empeño y esfuerzo, porque los nuestros se dejaron hasta la última gota de sudor en el césped, pero la situación pareció bloquear a muchos, tanto en la grada como en el césped. Así como en otros partidos la sensación, aún con un resultado desfavorable, hacía presagiar que se podía dar la vuelta, el viernes todos tuvimos el sentimiento de que algo no iba bien y de que si pasaba algo, no iba a ser a nuestro favor.
Al finalizar el partido pocas palabras se cruzaban entre los aficionados, nadie esperaba que nos fuésemos de vacío y las caras eran el espejo del alma. Oportunidad perdida de prolongar algo que parecimos tocar con las manos, y aunque las posibilidades aún no se han acabado, se han reducido de manera considerable. Pese a todo esto, el equipo ha demostrado saber renacer jornada tras jornada, levantándose golpe tras golpe y a eso debemos asirnos.
Andorra dictará sentencia y la bala que todavía tenemos en el tambor puede mantenernos con esperanzas de que una jugarreta del destino nos plante donde el viernes a las once de la noche nos parecía imposible. Solo nos queda confiar, porque en esta liga todo puede pasar.