Articulo de opinión de Jairo Velasco sobre la actualidad del Burgos CF.
Ya han pasado once jornadas y superado el cuarto de competición el aficionado blanquinegro tiene una pregunta en la cabeza: ¿A qué jugamos?. Desgraciadamente yo tampoco puedo responder a esta pregunta porque lo ocurrido en El Plantío en esta jornada intersemanal deja aún muchas más dudas de las que ya teníamos, llenando de lastre una mochila que ya empieza a pesar notablemente.
El partido del jueves se volvía a mostrar como una oportunidad perfecta para dar un vuelco a la mala dinámica que acompañaba al equipo durante las últimas fechas. Una oportunidad afilada, porque como diría aquel, había muchas más posibilidades de acabar en la enfermería que de salir por la puerta grande en una semana en la que más que liberarnos de lo ocurrido tres días antes, podemos estar acumulándolo bajo un efecto “bola de nieve”.
Siguiendo con términos taurinos, el equipo salió con nervio y ganas como si los puyazos recibidos en Albacete hubiesen dañado la moral de unos jugadores con aspiraciones mucho más altas a las que reflejaron la imagen dada en tierras manchegas. Mordiendo arriba y no dando opción de revolverse a un rival que fue perfectamente manejado hasta que conseguimos el premio del gol como recompensa a unos impetuosos minutos de mentalidad ganadora.
Y cuando lo difícil parecía hecho, el guión del partido se tornó macabro, como si saliera de la pluma del mismo Dante Alighieri. La idea de partido mostrada hasta ese momento se difuminó y el equipo comenzó a manifestar unas urgencias que no habíamos visto cuando el empate inicial lucía en el luminoso. Las pérdidas se sucedían, y si antes del gol las posesiones se prolongaban durante treinta o cuarenta segundos, a partir de tomar ventaja intentábamos resolver en uno o dos pases definitivos.
Pocas frases definen mejor lo ocurrido que el dicho de “a perro flaco todo son pulgas”. Cuando ya pensábamos en como abordar la segunda parte, hubo que deshacer todos los planteamientos con el gol del Racing de Ferrol al filo del descanso. Y es que no es la primera vez que recibimos goles en momentos claves de los encuentros, esos que se denominan “golpes mentales”; Al equipo le cuesta mucho mantener la concentración y los de Parralo solo necesitaron una ocasión para aprovechar una de esas incompresibles lagunas y dar vuelco a un partido que minutos antes parecía coser y cantar.
La segunda parte más que para el olvido yo creo que debemos tomarla como para el recuerdo, para el recuerdo de lo que no se debe hacer en un campo de fútbol. La tendencia de la precipitación no solo se incrementó, si no que dominó a los nuestros y Bolo ayudó a enloquecer a unos jugadores que ya de por si no tienen claridad en el esquema que se les propone. Cada cambio provocaba un cambalache de posiciones que cinco minutos después volverían a modificarse, desordenando tanto a los que entraban como a los que ya estaban, facilitando mucho la labor de un Racing de Ferrol que dominó este escenario de improvisación.
Ante esta concatenación de dislates el punto fue un premio que muchos acabaron considerando un gran botín al acabar el encuentro. Volvió a faltar lógica, una ausencia de racionalidad en las decisiones que un día te puede salir bien, pero en el juego del cara o cruz se suele perder más que ganar.
Sin tiempo para lamentaciones, esta sucesión de etapas de montaña nos lleva al Martinez Valero ante un Elche que aunque tampoco pasa por su mejor momento, es un equipo con grandes déficits pero con las ideas claras. Mucho ha de cambiar nuestro equipo para revertir de un volantazo una situación que parece estar enquistándose con grave peligro de necesitar cambios más profundos, porque si los resultados son malos, las sensaciones son peores.