Comentario de opinión de Jairo Velasco sobre la actualidad del Burgos CF.
Una final. Por mucho que quisiéramos blanquear la situación de nuestro equipo por aquello de quitar presión sobre los jugadores, todo el que sea seguidor del Burgos Club de Fútbol sabía a la perfección que el partido contra el Eibar no se podía definir de otra manera. Rival mundano, en lo más puramente semántico de la palabra, después de un mes de durísimos encuentros que habían rebajado tanto nuestra posición como nuestros ánimos a la mínima expresión.
Una mezcla entre incredulidad y resignación envolvía el encuentro del sábado. Incredulidad porque pese a haber tomado consciencia de que las aspiraciones a playoff que se nos prometieron desde pretemporada no eran reales ni por plantilla ni por fútbol, haber caído a puestos de descenso también es una circunstancia irreal. Y resignación, porque aunque todos sabemos que no es nuestro sitio, pocas razones nos quedaban para asirnos a una mejoría que parecía que no llegaba por más estímulos que se dieran.
Un cúmulo de dudas que no mejoraba durante la semana llenando la enfermería de más jugadores tocados y sin poder recuperar aún a ninguno de los caídos. Pero no valían las excusas, por muchas a la que nos pudiéramos aferrar, para afrontar un partido clave sin fijarnos demasiado en lo que no pudiéramos cambiar con nuestro esfuerzo, carácter y coraje.
Hablaba la semana pasada de que nuestra mejoría pasaba por la simplicidad, fuera de exuberancias y florituras. Fútbol práctico, sin necesidad de maravillar con lo vistoso, porque el momento requiere eso. Pragmatismo y sencillez: esas máximas del fútbol que se han convertido en obviedades, siendo rechazadas por muchos intentando inventar algo nuevo bajo su firma, pero que no dejan de ser la base de todo lo demás.
El cambio pasaba por ahí, y así sucedió. Portería a cero y aprovechar las que tengamos. Fácil de exponer pero difícil de mantener en un equipo cuyo principal talón de Aquiles había sido la falta de concentración, sin la cual es imposible la consecución de tan axiomático enunciado. Dia de brega, de llegar antes y más fuerte, de estar atentos a sus fallos y de no mostrar nuestras debilidades.
El objetivo se cumplió y la manera de conseguirlo roza la nimiedad. No es el momento de criticar el juego, el esquema, las sustituciones o pensar en el mercado de invierno. Es tiempo de depurar las cabezas, hacer un nuevo comienzo en la jornada dieciséis y no dejarnos arrastrar por una racha de la que ya hemos sacado un pie hacia un desvío de caminos.
Enhorabuena a todos los que desde la grada, sin dejarse llevar por la situación ni el aburrimiento que rozó el partido en muchos momentos, prácticamente perdieron el alma animando a un equipo que lo necesitaba para seguir en pie y así lo mostró en la celebración del gol. Eso también es carácter, saber afrontar los momentos difíciles en grupo, aportando cada uno lo que pueda para el bien común.
Porque si es bonito estar en las buenas, estar en las malas fortalece y crea algo que únicamente los que lo viven pueden entenderlo. El día del cambio.