Artículo de opinión de Jairo Velasco sobre la actualidad del Burgos CF.
Es mejor ganar un punto que arriesgarse a que el rival se lleve tres. Es una afirmación difícil de entender desde el punto de vista del aficionado pero muy comprensible en la cabeza del entrenador en una liga de cuarenta y dos jornadas que puede parecer eterna, pero en la que son pequeños detalles los que marcan la diferencia en las posiciones allá en el mes de junio.
Lo que parece seguro ya, aunque aún no hayamos cruzado la línea del ecuador de la competición, es que este equipo va a sufrir hasta el final. Mucho tienen que cambiar las cosas y muy acertado ha de estar nuestro director deportivo en el mercado de invierno para alejarnos de unas posiciones a las que parecemos estar condenados por mucho que rememos.
No se puede negar el esfuerzo de la mayor parte de los jugadores que siguen muy lastrados por un componente mental que no les deja rendir al máximo exponente de sus cualidades, convirtiéndoles en futbolistas del montón e incapaces de dar la vuelta a una situación que se empezó a torcer hace más de diez jornadas atrás.
Queda demostrado que únicamente con ímpetu no basta en una categoría que premia más la ausencia de errores que los aciertos, y en la que arriesgar tiene más posibilidades de ser infructuoso que de todo lo contrario. Ramis esto lo sabe a la perfección y los dos últimos partidos de casa plasman que para empezar a crecer debemos aprender a tener la portería a cero, aunque eso signifique que nosotros tampoco seamos capaces de inquietar al rival en demasía.
Un entrenador claro, quizás más empático con el aficionado que con la plantilla y al que no le tiembla el pulso para un toque de atención público al que considera que está dando un nivel por debajo de lo que espera. Un arma del doble filo que puede apuntillar el orgullo de una plantilla ya de por si mermada, pero de la que él espera mucho más, porque de quien no esperas nada, tampoco le exiges.
A la afición le pediría paciencia y compresión, entendiendo esta mala racha como algo natural, un proceso vital que necesita espacio para respirar y en el que los que se acerquen sirvan de apoyo más que de castigo. Porque todos ofreceríamos la mano a un amigo que lo está pasando mal, y con más firmeza lo haríamos si en sus intentonas de salir de la crisis, se hundiera un poco más.
Es imposible irse contento con las sensaciones de un partido en la que volvimos a no ser protagonistas, acumulando de nuevo más de un centenar de pérdidas de pelota que nos acercan más a los registros de un equipo semiprofesional que a ese conjunto que optaría al play off desde septiembre y del que ya no parece quedar nada. Un punto que aún sabiendo que no es malo y que puede ser positivo en el futuro, nos deja con la sensación de una oportunidad perdida.
Primera parada en una semana que despedirá un año dos mil veinticuatro en el que hemos tenido de todo. Último esfuerzo antes de unas vacaciones que se antojan necesarias como un reset en las cabezas de todos pero a las que estamos obligados a llegar con cierto oxígeno sobre las posiciones de descenso para que el adviento no se convierta en penitencia.